Waldo Santos es un poeta único. Eterno buscador de la utopía libertaria, su carácter y sus ideales le llevaron a adoptar desde muy pronto una postura humilde y comprometida con los que nada tenían. Próximo al anarcosindicalismo zamorano, a la CNT, siempre ayudó como procurador a aquellos que no podían acceder a una justicia apenas existente.
En esos años, Waldo Santos, José Durán y Agustín García Calvo siempre serían auspiciadores y colaboradores con el hacer anarcosindicalista zamorano. Es junto a Agustín García Calvo, el otro gran representante del pensamiento libertario en Zamora; el primero más público y visible, el segundo, debido a sus ideales en los que se identificaba con el pueblo, humilde, solitario y con un exilio interior impuesto por su permanencia en la España franquista, más íntimo.
Waldo es profeta de la utopía libertaria en sus poemas. Utopía que se inscribe en el campo de Tierra de Campos, en la seca meseta castellana donde encuentra la herida primordial que le hace escribir, el dolor del pueblo sometido por el franquismo, el hambre y la pobreza. Este dolor crea en él una angustia que a través del vacío y la nada le llevan a identificarse con el flamenco reivindicativo y contestatario de los años 70, aunque este carácter ya estaba en las raíces del flamenco, pues en la Guerra Civil muchos de ellos murieron o tuvieron que exiliarse por su pertenencia al bando republicano. Del flamenco toma la idea de una poesía de lo jondo, entendido en el sentido que ya Lorca le imprimió, como el canto de la pena y el dolor del pueblo. Desde este postulado Waldo adapta lo jondo a lo mesetario con un lenguaje propio, casi un idiolecto, donde tiene cabida el léxico del campo, dialectalismos del leonés, vocablos relacionados con el flamenco, palabras eclesiásticas, del mar, etc. El flamenco contestatario buscaba con letras altamente metaforizadas contar las atrocidades del franquismo, idea que también aparece en nuestro autor, pues muchos de sus poemas están escritos en esa época, así la autocensura funciona como elemento metaforizador en su poesía. No duda así en criticar y oponerse de forma frontal a los estamentos del estado, políticos y represivos, los grises, la guardia civil y la Iglesia y su doctrina, que él considera ideas para ingenuos; aunque no debemos olvidar que en su particular pensamiento mantenía la idea de la relación directa con Cristo, un Cristo identificado como libertador, en posición muy próxima a la Teología de la Liberación, como hombre que vino a dar la libertad al pueblo oprimido, pero desligado del estamento eclesiástico.
Junto a su labor reivindicativa, pues el motor de su escritura es liberar al pueblo, del que es parte, del yugo de los estamentos políticos, sociales o religiosos, aparece un interés por el valor literario de su obra. Waldo crea una serie de símbolos que se harán fundamentales a la hora de entender su poesía libertaria: la rosa como símbolo de la utopía, el viento que representa la voz que trae la utopía y la libertad, el clavel que en muchas ocasiones representa a los hombres de ideales inquebrantables y que en muchas ocasiones son fusilados. Junto a esta poesía simbólica se alinea el uso de los colores, pues nuestro autor es ante todo un poeta sensorial, que siente el dolor, pero también la belleza de la naturaleza, en su poética los colores tienen un gran significado, desde el simbólico del rojo, como color de la utopía, al gris como color de la tristeza o la policía, junto al negro acharolado de la guardia civil, pasando por una gama que llega a los cuarenta colores.
Este sistema le lleva a usos muy próximos a los poetas de la Generación del 27: Dámaso Alonso, Jorge Guillén o Pedro Salinas. Estas características le convierten en un poeta utópico que busca otro camino diferente al que suele tomar la poesía social o poesía como comunicación, frente a un lenguaje directo, que también aparece en su poesía, aunque de manera lateral cuando hace referencia a autores como León Felipe, Waldo busca una poesía más próxima a la poesía como conocimiento, con un lenguaje altamente metaforizado, simbólico y visual.
Todas estas características convierten a nuestro poeta en una rara avis dentro de la poesía española, poeta desconocido fuera de su ciudad natal que necesita de una visibilidad que hasta ahora se le ha negado, primero porque nunca la buscó, como buen anarquista intentaba cambiar y actuar de forma ética su mundo más cercano y segundo por el difícil acceso a su obra.