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Semillas en campos ajenos

Poesías, prosa, reseñas y fotografías de Pablo Antonio García Malmierca

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Redes sociales

Elogio de la belleza

Cada vez se me hace más extraño escribir en las redes sociales. Se ha hablado mucho y se habla de la pérdida de belleza en pos de un hedonismo superficial que vacía la obra de arte de contenido para sustituirla por un «me gusta». Se habla de la velocidad como una de las culpables de ese vaciamiento. Se dice que la obra de arte en la era de internet ha perdido la capacidad de perdurar, de hacer temblar mediante la reminiscencia del objeto en nuestra mente. Se dice que se ha sustituido el disfrute del objeto artístico por el latigazo instantáneo de placer que nos recorre ante lo que nos resulta familiar y nos agrada sin que pase por el posterior tamiz del tiempo. Nos dicen que hemos perdido nuestra capacidad como erotómanos, que hemos perdido el impulso de Eros que nos impelía a conocer la belleza como un constructo narrativo, que nos convertía en participantes activos de un proceso que exigía mucho de nuestro intelecto y de nuestras capacidades. Se dice que todo eso lo hemos perdido y nos hemos convertido en auténticos pornógrafos del arte, se rechaza todo lo que es velada, se aprecia lo que muestra sin tapujos, la desnudez que disecciona el arte, la literatura, como partes de un cuerpo que se convierten en objetos de placer, en objetos sexuados. Nos explican como la sociedad digital nos ha convertido en meras extensiones de la pantalla y la literatura en una de ellas, el impulso del «me gusta» ha sustituido la temporalidad de la reminiscencia del texto, de la obra, en nuestra mente y su perdurabilidad.
Sin embargo, creo que todavía queda otro camino, una especie de resistencia a este hedonismo vacío. Otro camino que se salga de lo que nos marca esta sociedad de consumo inmediato donde la belleza dejó de tener su lugar hace mucho tiempo. En un mundo de datos la diferencia dejó de significar hace mucho tiempo y sin diferencia no puede existir el arte. Bajo los disfraces de la transparencia y la hiperpositividad desaparecen muchos valores que nos hacían disfrutar del arte como tal, ahora la velocidad, el hedonismo y el goce momentáneo nos alejan de la reminiscencia de la belleza, del goce de lo sublime que nos acercaba a lo eterno de las obras literarias, del arte.
No nos queda otra que resistir, que hacer elogio del valor del tiempo pausado y tendido, alejarnos otra vez de la vorágine y acercarnos a lo que importa, la impronta de la belleza en nosotros.

Pablo Malmierca

A propósito de la vida en estos días

No soy muy dado a expresarme políticamente en las redes, creo que todo se malinterpreta y se manipula hasta extremos insospechados. Además creo que la función del escritor es más ética que militante, para eso están otros que prefieren la acción al pensamiento.
Siempre escribo desde la intersubjetividad del sujeto, para mí el ser humano vale como indivuduo y ese valor solamente se lo da el reconocimiento por parte del otro, la tan manida, en la posmodernidad, alteridad.
Y todo esto os preguntaréis por qué. Pues nada más sencillo que lo siguiente. Una persona que tenía como amigo virtual me había eliminado de su lista de amigos, como me pareció algo raro le volví a pedir amistad. Me contesta que le parece increíble que lo haga, que estoy en contra del proceso independentista de Cataluña. Cual es mi sorpresa cuando yo nunca me he pronunciado, no porque no tenga una idea clara de lo que pienso, sino porque creo que este no es el medio de hacerlo. Pues bien por privado le expreso lo que pienso y que dónde he dicho yo algo de eso, me dice que en ningún sitio, que le di me gusta a alguien que estaba en contra de la independencia.
Cada vez me da más miedo todo esto esto, estamos llegando a puntos que ni la Inquisición española, nos persiguimos por inmundicias, por la excrecencia de la existencia. En mi modesta opinión, hemos perdido el juicio. Ponemos por delante determinadas cosas que no conciernen a la poca humanidad que nos queda. En fin, una auténtica pena.
Y por si alguien se lo pregunta, parte de mi familia fue represaliada por el franquismo, uno de mis abuelos estuvo en uno de los innombrables campos de concentración que el franquismo mantuvo en África lejos de las miradas del mundo.
Pero lo dicho no me importan las banderas, ni los estados, me importan los individuos y su valor como seres humanos.

La gran falacia

Me había prometido a mí mismo tomarme unas vacaciones de las redes, pero esta mañana revisando la prensa me he encontrado con este video de la famosa un día Sinead
O´Connor y hoy juguete roto del sistema.
Quizá este post no sea del agrado de muchas personas, sobre todo porque lo que ahora abunda por estos lares son fotos de presuntas experiencias vacacionales con tintes lisérgicos.
Sin embargo, nada más catártico, ni nada más clarificador del mundo pantalla en que vivimos. Por desgracia, y esto ya lo vaticinaba Debord en 1967, hemos perdido la capacidad de tocar las cosas. El tacto que siempre ha sido la forma más cercana de comprender la realidad se está atrofiando, vivimos única y exclusivamente la vida a través de la pantalla. Y he aquí un ejemplo claro de lo que ocurre, Sined O´Connor fue un icono cultural durante muchos años, no hace tantos y hoy en día se ve recluída en un motel de Estados Unidos, sus únicos vínculos con la sociedad son su médico y su psiquiátra, el resto del mundo ha desaparecido para ella, se siente abandonada por tener una enfermedad mental, nadie le ofrece su mano para sacarla de ese agujero. Y, ¿qué hace? busca la visibilidad en las redes publicando un video donde denuncia su situación, probablemente así consiga que la vean, que muchos se compadezcan de ella. La pantalla del ordenador o del móvil nos ofrecen una experiencia del otro limpia, aséptica, sin posiblidades de contaminación.
Ya no tocamos las cosas, nos limitamos a observarlas desde el entorno higiénico de nuestra zona de confort, es más fácil observar desde el anonimato. Hacernos visibles cuando nos interesa y cuando no desaparecer en la vorágine de imágenes y falsos efectos especiales que todos nos ofrecen.
Es muy fácil dejar caer a los demás amparándonos en nuestro propio egoísmo occidental. Tendemos, por desgracia, a arrimar el ascua a nuestra sardina, no nos importa el otro, la alteridad hace mucho que dejó de ser nuestra seña de identidad, ahora ponemos por encima de todo el beneficio personal, no importa a quién nos vendamos, no importa adular al mismo demonio, el objetivo es ser alguien en un mundo que por espectacular es altamente evanescente.
Hoy le ha tocado el turno a Sined O´Connor, mañana puede ser cualquiera, la pretendida asepsia de nuestra zona de confort no es más que otra falsa ilusión de este mundo virtual basado en la construcción de una mentira. La publicidad ya no está solo en los medios de comunicación, ahora todos nos hemos convertido en publicistas de nosotros mismos, no somos más que la imagen de una mentira que nosotros mismos hemos creado. Y la enfermedad mental no es más que la reacción de nuestro cerebro a la presión de una gran falacia.

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