La primera palabra de «La voz estremecida» es “nombrar” y a mí no me puede parecer una palabra más oportuna para dar comienzo a un poemario. “Nombrar” equivale a dar vida a través de la palabra. A mi entender, tu posicionamiento está muy claro desde el principio. Entiendes la poesía como alumbramiento, haces que las cosas nazcan (o re/nazcan, mejor dicho) a través de la palabra.
Este libro nació en el año 2015, que fue el momento en que pasé de ser un escritor privado a un escritor público. Me explico, llevo escribiendo desde muy joven, pero nunca había tenido la necesidad de publicar lo que escribía, pero llegó un momento en que por diversas circunstancias sentí la necesidad de publicarlo. Junto a esta necesidad también nació en mí otra necesidad, veía o mejor leía a mi alrededor todo aquello que hacían otros poetas. El salir a la luz hizo que fuera más permeable a la escucha de otras voces. Mi nueva necesidad fue dar sentido a mi voz, intentar modular aquello que llevaba escribiendo desde hace tanto y perfilarlo de un modo personal, digamos que La voz estremecida comenzó a escribirse como una forma de dotar de sentido a todo lo que había estado haciendo hasta ese momento. De ahí que el poemario comience con la palabra nombrar, pues como bien dices con este libro de poemas pretendo o más bien es un intento de, como digo en un micropoema, «Penetrar la palabra / dar a luz el poema». La búsqueda de una voz parte siempre de un re-nacimiento, en este caso de la forma de acercarse, de hacer mía la palabra. Por tanto, «La voz estremecida», es un libro fundamentalmente metapoético que se adueña de diversos lenguajes como el del erotismo, el cine de terror, la retórica amorosa o la dialéctica del vacío.
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