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Semillas en campos ajenos

Poesías, prosa, reseñas y fotografías de Pablo Antonio García Malmierca

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reflexión

Dar las gracias

Escribir conlleva siempre una sensación de vacío ante su posible recepción. Se habla del temor del escritor a la hoja en blanco, a no tener nada que decir, a repetirse hasta la saciedad escribiendo el mismo libro o el mismo poema una y otra vez. Desde mi experiencia, intentando siempre un punto de experimentación en lo que hago, la sensación de vacío me la provoca la posible reacción de los lectores ante lo que puedo ofrecerles y más desde que hacerlo pasó de ser un acto individual y privado a un acto público con la publicación de mis textos. Quiero agradecer enormemente a todos los que me leen, ya sea en redes, ya sea en papel porque en realidad son quienes me animan a continuar compartiendo letras.
Agradecerles que dos mis libros ya vayan por una segunda edición, No comas mi corazón y Catálogo de terrores domésticos, sin el apoyo de todos vosotros esto no sería posible. Escribir con vuestro apoyo siempre en más fácil.

Nefelibata

Como un balbuceo que intenta abrirse paso entre palabras ya escritas, tartamudeo en pos de un lenguaje que constriñe la palabra y el aliento. Sin saber aún quién soy, nado entre miasmas de mensajes que me aturden y a la vez me impelen en busca de una nueva forma de expresar el lenguaje de los cuervos. Y sí los cuervos hablan, a algunos como Johnny Cash con la palabra de dios, a otros simplemente con la palabra de los locos, de los que buscan arrancarle al lenguaje toda la cordura de la planicie, de la ausencia de referencias. Como aquella que camina entre las nubes: nefelibata. Ausencia y pertenencia a un mismo tiempo. Búsqueda incesante de las raíces de lo no dicho.

Es lo que hay

Cuando escuchas «es lo que hay» tienes dos opciones o plegarte a lo que dice o hace la inmensa mayoría porque así te irá mejor, o seguir pensando o haciendo lo que uno cree, le pese a quien le pese (lo malo es que a quien le suele pesar es a uno mismo).
«Es lo que hay», no deja de ser un síntoma de este tiempo. Las masas se unen por el simple hecho de tener razón, la razón se busca en la aceptación de la muchedumbre, sin un ápice de crítica, sin que intervenga un juicio lo más razonable posible.Las consecuencias son demoledoras, o se pasa por el aro o se está al margen. En cada uno está la decisión. ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar? Yo ya he tomado mi decisión.

Visita IES Claudio Moyano, Zamora

Normalmente cuando salgo de mi instituto de secundaria para dar charlas sobre mis libros suelo hacerlo sobre los libros de poemas. En esta ocasión desde el IES Claudio Moyano de Zamora me lanzaron el reto de hacerlo sobre mi libro de relatos de terror, «Catálogo de terrores domésticos», Piedicones. La idea fue un acierto, siempre es interesante ver cómo los nuevos lectores se acercan a la literatura de género, e incluso te sorprendes cuando descubres futuros escritores entre alumnos tan jóvenes. Desde aquí mi agradecimiento a Miguel y a Patricio por la idea y el recibimiento.

Pudimos hablar de Lovecraft, Poe, Horace Wallpole, del cine de zombies y del de vampiros. Todo un descubrimiento ver sus conocimientos de creepy-pastas y de leyendas urbanas.

Libros sobre la grieta

Libros sobre la grieta.

El pasado martes tuve la suerte de escuchar en Salamanca, en la librería Letras Corsarias, a Chantal Maillard. Hablaba sobre su último libro La compasión difícil,  su discurso actuó como disparador de una serie de cuestiones que últimamente son el centro de mi pensamiento.

Chantal Maillard no es una autora que busque el beneplácito del público, para quienes no se hayan acercado a esta última publicación les diré que se trata de un ensayo que orbita alrededor del  mito de Medea y a una cuestión principal como es la compasión hacia el otro y hacia uno mismo. Sin embargo, me interesaron más la periferias de su discurso. La autora defiende el antiguo movere latino, toda lectura debe provocar en el lector un sentimiento que para mí se entronca con aquellas palabras de Hegel: «El espíritu solo alcanza su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el más absoluto desgarramiento». La herida, la grieta entre el uno y el otro, y, a veces, con uno mismo, es esa distancia, ese sentimiento de angustia en el pensar el que se convierte en apertura, en conocimiento.

Esto nos lleva a otra de las ideas que de forma lateral tocó la escritora, y que es idea recurrente en los libros de Byung-Chul Han: la autocomplacencia y el hedonismo superficial del mundo actual. Recogiendo tesis ya aparecidas anteriormente en autores como Guy Dabord en su fundacional La sociedad del espectáculo, o en Peter Sloterdijk El desprecio de las masas. Ensayo sobre las luchas culturales de la sociedad moderna. El filósofo coreano analiza las relaciones entre iguales en el mundo actual como un tejido social donde buscamos al que piensa como nosotros para afianzar nuestra zona de confort y así, desde un simplista pensamiento positivo, alcanzar una felicidad enlatada donde nada chirríe ni se aleje de un horizonte de expectativas cada vez más estrecho. Un caldo de cultivo abonado donde se sustituye el concepto de verdad por el de postverdad. La nueva caverna platónica donde las sombras han sido sustituidas por la rápida sucesión de información e imágenes que impiden crear una visión global de la realidad, sustituyéndola por fragmentos más próximos a nuestros deseos que a la propia verdad.

Es en este punto donde libros o discursos como el de Chantal Maillard se hacen necesarios. La distancia, la grieta entre la tradición de pensamiento europea que se origina con la Ilustración y que tiene su máximo exponente en Kant, y la evolución del pensamiento de las masas se está acrecentando. En una sociedad donde cada vez nos alejamos más de la diferencia como elemento constitutivo de significados, donde la uniformidad y el interés económico priman sobre la definición del individuo, la grieta entre verdad y deseo se acrecienta hasta convertirse en un obstáculo insalvable.

Este es el lugar de los intelectuales comprometidos: la grieta. Sobre este hueco en el conocimiento se debe aposentar el discurso de los que todavía fundan sus palabras en el motor del desgarro, de aquellos a los que no les tiembla la voz cuando deben nombrar al dolor, al cuerpo como vía de acceso del afuera en nosotros. En un mundo dominado por la imagen el placer fugaz y fortuito de lo igual hemos olvidado que nos relacionamos con el mundo a través del cuerpo, en él quedan inscritos nuestros recuerdos antes que en nuestras neuronas, hemos olvidado el tacto como vía de acceso hacia los demás. Lo hemos sustituido por la pantalla, somos pantallas replicantes que reproducen comportamientos dados, se nos ofrece aquello que queremos ver, se nos hace olvidar una de nuestras facultades primordiales: la crítica.

Alguien podría tacharme de, parafraseando a Umberto Eco, apocalíptico. La vieja lucha entre la modernidad y el pasado. Nada más lejos de la realidad. La uniformidad, el hedonismo fácil, nos hace involucionar, volver al momento en que la sociedad era dominada por aquellos que poseían el conocimiento y dejaban a los demás en las tinieblas de la ignorancia. Esta nueva caverna digital en la que vivimos nos retrotrae a aquellos tiempos, nos convierte en sujetos fácilmente manipulables, en meros elementos consumistas, piezas de un engranaje que sin el consumo no podría subsistir. El desgarro, la verdad del «homo doloris» nos acerca más a la libertad, a la verdad.

Pablo Malmierca. Aldealengua, 6 de febrero de 2019

Elogio de la belleza

Cada vez se me hace más extraño escribir en las redes sociales. Se ha hablado mucho y se habla de la pérdida de belleza en pos de un hedonismo superficial que vacía la obra de arte de contenido para sustituirla por un «me gusta». Se habla de la velocidad como una de las culpables de ese vaciamiento. Se dice que la obra de arte en la era de internet ha perdido la capacidad de perdurar, de hacer temblar mediante la reminiscencia del objeto en nuestra mente. Se dice que se ha sustituido el disfrute del objeto artístico por el latigazo instantáneo de placer que nos recorre ante lo que nos resulta familiar y nos agrada sin que pase por el posterior tamiz del tiempo. Nos dicen que hemos perdido nuestra capacidad como erotómanos, que hemos perdido el impulso de Eros que nos impelía a conocer la belleza como un constructo narrativo, que nos convertía en participantes activos de un proceso que exigía mucho de nuestro intelecto y de nuestras capacidades. Se dice que todo eso lo hemos perdido y nos hemos convertido en auténticos pornógrafos del arte, se rechaza todo lo que es velada, se aprecia lo que muestra sin tapujos, la desnudez que disecciona el arte, la literatura, como partes de un cuerpo que se convierten en objetos de placer, en objetos sexuados. Nos explican como la sociedad digital nos ha convertido en meras extensiones de la pantalla y la literatura en una de ellas, el impulso del «me gusta» ha sustituido la temporalidad de la reminiscencia del texto, de la obra, en nuestra mente y su perdurabilidad.
Sin embargo, creo que todavía queda otro camino, una especie de resistencia a este hedonismo vacío. Otro camino que se salga de lo que nos marca esta sociedad de consumo inmediato donde la belleza dejó de tener su lugar hace mucho tiempo. En un mundo de datos la diferencia dejó de significar hace mucho tiempo y sin diferencia no puede existir el arte. Bajo los disfraces de la transparencia y la hiperpositividad desaparecen muchos valores que nos hacían disfrutar del arte como tal, ahora la velocidad, el hedonismo y el goce momentáneo nos alejan de la reminiscencia de la belleza, del goce de lo sublime que nos acercaba a lo eterno de las obras literarias, del arte.
No nos queda otra que resistir, que hacer elogio del valor del tiempo pausado y tendido, alejarnos otra vez de la vorágine y acercarnos a lo que importa, la impronta de la belleza en nosotros.

Pablo Malmierca

La banda sonora de mis poemas (II). «dD»

Hay canciones que representan determinados estados de ánimo, que se entrecruzan con el proceso doloroso de la escritura. Cuando escribí mi primer libro de poemas publicado «dD» y exploraba cómo las relaciones de poder creaban un campo de direccionalidad entre el adentro y el afuera del cuerpo. Cómo el «quiero que seas», imaginado, intencionado y deseado del otro crea una imagen negativa del soy del individuo, provocando estados de ánimo que rozan la enfermedad mental.

Cuando estas fuerzas actúan de tal manera que el afuera se convierte en espacio de poder y tensión entre las resistencias que se crean, y ante múltiples afueras se produce la destrucción del espacio de la direccionalidad y, por consiguiente, del cuerpo y del espíritu de la persona.

El individuo se acaba convirtiendo en un cuerpo sin referencia, imposible de leer. En ese momento la banda sonora fue y es de Nine Inch Nails y su canción «Hurt».

La banda sonora de mis poemas (I). «Gatillo»

Existen momentos en los que el mundo debe parar, sumidos en la vorágine perfeccionista que nos domina, donde la exigencia no viene impuesta desde el exterior, sino que nos la imponemos nosotros mismos, los momentos de calma se hacen imprescincibles.

En nuestra vida existen disparadores que nos hacen reaccionar, que nos sacan de esta vida hipnótica de perfección que acaba conviertiéndonos en enemigos de nosotros mismos. Parar es la única opción si queremos seguir vivos, sino queremos acabar con nuestra mente, con nuestro cuerpo. La sociedad en que vivimos nos está convirtiendo en esclavos de nuestras ambiciones, el control ha pasado del afuera al dentro, con todo lo que de perverso tiene ese movimiento. Ya no somos esclavos de un trabajo o de un sistema político, ahora lo somos de nuestra propia individualidad y de su proyección hacia lo que se demanda de nosotros.

Esta introyección del control nos hace más individualistas, más egoístas y rechazamos al que es diferente, no por su diferencia, sino por su inoperancia, nos preguntamos, ¿para qué sirve un migrante?, ¿qué puede ofrecer en una sociedad donde la riqueza no se reparte, ni se quiere repartir? Vivimos esclavos de nuestras ambiciones, de nuestras perfecciones, y, en caso, de no llegar a tenerlas estamos muertos para la sociedad. No somos, no queremos perfeccionarnos, no queremos mejorar, todo ello envueltos en un continuo discurso que nos dice que sino tenemos una mejor situación ecómica o social es porque no queremos, si trabajamos todos estaremos en la cima, si cultivamos nuestro cuerpo todos seremos perfectos.

El efecto: la destrucción del vínculo entre el dentro y el afuera, toda nuestra energía se vuelca en querer ser socialmente. Aparecer como triunfadores que ganan mucho dinero, con cuerpos perfectos en los que dejamos nuestro tiempo y nuestro dinero sin un fin determinado.

En ese instante debemos parar, nuestro dedo se acerca demasiado al gatillo, el disparador se convierte en nuestro enemigo. Parar y reflexionar. Parar.

 

Gatillo

Collect some stars to shine for you

and start today ‘cause there’s only a few

a sign of times my friend.

Trigger (In Flames)

 

¿Cuántas estrellas

puedes contar en el firmamento

antes de apretar el gatillo?

 

Dime,

¿por qué tuvimos

que caer eternamente?

Si lo sabes todo,

¿quién nos llevó

al extremo del mundo?

 

Los años pasan,

las nubes recogen nuestra tempestad.

¿Cuándo llegará el día

en que recuperemos

el vaticinio de tu escaso futuro?

 

La luz roja parpadea

fatigando tus pupilas ausentes.

Por la escalera

bajan nuestros dobles

a quienes apenas reconocemos.

 

Se descerraja un disparo

sobre la sien de tu cordura,

aún te preguntas,

¿cuántas estrellas

puedes contar en el firmamento

antes de apretar el gatillo?

( No comas mi corazón. Pablo Malmierca, Piediciones: 2017)

 

Todo se reduce a una canción, a un instante:

La gran falacia

Me había prometido a mí mismo tomarme unas vacaciones de las redes, pero esta mañana revisando la prensa me he encontrado con este video de la famosa un día Sinead
O´Connor y hoy juguete roto del sistema.
Quizá este post no sea del agrado de muchas personas, sobre todo porque lo que ahora abunda por estos lares son fotos de presuntas experiencias vacacionales con tintes lisérgicos.
Sin embargo, nada más catártico, ni nada más clarificador del mundo pantalla en que vivimos. Por desgracia, y esto ya lo vaticinaba Debord en 1967, hemos perdido la capacidad de tocar las cosas. El tacto que siempre ha sido la forma más cercana de comprender la realidad se está atrofiando, vivimos única y exclusivamente la vida a través de la pantalla. Y he aquí un ejemplo claro de lo que ocurre, Sined O´Connor fue un icono cultural durante muchos años, no hace tantos y hoy en día se ve recluída en un motel de Estados Unidos, sus únicos vínculos con la sociedad son su médico y su psiquiátra, el resto del mundo ha desaparecido para ella, se siente abandonada por tener una enfermedad mental, nadie le ofrece su mano para sacarla de ese agujero. Y, ¿qué hace? busca la visibilidad en las redes publicando un video donde denuncia su situación, probablemente así consiga que la vean, que muchos se compadezcan de ella. La pantalla del ordenador o del móvil nos ofrecen una experiencia del otro limpia, aséptica, sin posiblidades de contaminación.
Ya no tocamos las cosas, nos limitamos a observarlas desde el entorno higiénico de nuestra zona de confort, es más fácil observar desde el anonimato. Hacernos visibles cuando nos interesa y cuando no desaparecer en la vorágine de imágenes y falsos efectos especiales que todos nos ofrecen.
Es muy fácil dejar caer a los demás amparándonos en nuestro propio egoísmo occidental. Tendemos, por desgracia, a arrimar el ascua a nuestra sardina, no nos importa el otro, la alteridad hace mucho que dejó de ser nuestra seña de identidad, ahora ponemos por encima de todo el beneficio personal, no importa a quién nos vendamos, no importa adular al mismo demonio, el objetivo es ser alguien en un mundo que por espectacular es altamente evanescente.
Hoy le ha tocado el turno a Sined O´Connor, mañana puede ser cualquiera, la pretendida asepsia de nuestra zona de confort no es más que otra falsa ilusión de este mundo virtual basado en la construcción de una mentira. La publicidad ya no está solo en los medios de comunicación, ahora todos nos hemos convertido en publicistas de nosotros mismos, no somos más que la imagen de una mentira que nosotros mismos hemos creado. Y la enfermedad mental no es más que la reacción de nuestro cerebro a la presión de una gran falacia.

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