Diario polar (día 15).
La noche se cierne sobre las tupidas aguas del océano, solo acierto a ver oscuridad. La negra densidad del piélago parece absorber todos mis pensamientos, es un imán gigante que me atrae, que me atrapa, que me insta a dar un paso adelante, a sumergirme en su negrura.
Mis pensamientos me distraen, me retrotraen a otros tiempos. Hace ya algún tiempo todo giraba en mi vida alrededor de la fama. Por un golpe del destino los medios de comunicación se hicieron eco de mi obra, domingo sí y domingo también aparecía en los dominicales. Tan pronto hablaban de mi próximo libro como me preguntaban por mis gustos musicales. Sin embargo, todo fue efímero, aquellos que te arropaban con sus cantos de sirena, pronto me abandonaron. Se pueden fabricar infinitos productos de usar y tirar. Si un producto no funciona pronto habrá otro. Sentí como se secaba la médula de mis huesos. Estaba rodeado de vampiros que succionaban hasta el último hálito de mi vida, cuando no hubo nada más me arrojaron a la cuneta, ya no les importaba. Aunque todavía era yo.
Hoy la oscuridad todavía me sigue seduciendo, pero es la oscuridad que yo elijo, no la que otros me ponen en bandeja de plata. Hace mucho que aprendí a separar la verdad de la mentira. La vida es un camino que en la mayoría de las ocasiones hay que hacer solo, hay compañías que hieren más que curan.
Decido sumergirme en la inmensidad de las aguas, decido dejarme seducir por las querencias de mis huesos.
Pablo Malmierca