Luis Ramos, profesor, cantautor, y, como a él le gusta decir, en estado de poeta. Compartió escenario con el gran Agustín García Calvo, además es especialista en la figura de Claudio Rodríguez del que publicó el ensayo «El sacramento de la materia», Piediciones, 2017. Como poeta ha publicado los libros de poemas «Por el aire del árbol», «De semilla de manzana», «Entre cunetas», «Nubes de evolución» y «Del polen al hielo».
«Lo lento» es apertura y canto hacia el instante, intento de parar el mundo y dejarnos pendientes del momento, del lugar en que todo ocurre y que por las características de la realidad que nos rodea se nos escapa sin que podamos disfrutar de la verdadera esencia que se nos ofrece a cada instante y que no somos capaces de admirar, insertos como estamos en la prisa y en el disfrute hedonista de lo efímero.
La voz poética nos invita desde un primer momento a abrir los ojos a «ver las sombras, entrar desnudo y sin prisas en su limbo»; desvelamiento de la realidad que aparece oculta por la oscuridad, siempre con un ansia de luz que nos permitirá disfrutar del instante suspendido en el tiempo. La luz se transforma en sacramento del aire, los velos serán rasgados y ante nuestra percepción aparecerá el mundo tal como es. Un mundo que se identifica con la naturaleza y que aparece en el amanecer, lugar de conocimiento a través de la luz. Tal y como dice el poeta «Estremece / el misterio candente que se aploma / en esta hoguera de luces vespertinas.». Este movimiento que se origina en el amanecer es temblor y estremecimiento ante la verdad desvelada, el poeta camina «ebrio de acontecer», alcanzando con su tacto el mundo y reconociéndolo en las dos vertientes que más han preocupado a Luis Ramos a lo largo de su obra: la ética y la ecológica.
Ya desde su libro «Entre cunetas» Luis Ramos demostró una vena ética muy acentuada, en aquel libro publicado en 2015 se ofrecía un canto desgarrado por todas aquellas víctimas del franquismo olvidadas en las cunetas de este país. Esta intención ética sobrevuela también «Lo lento», pues la realidad no puede ser verdad sin su vertiente ética que es lo que nos define como seres humanos. Pero lo que de verdad importa en «Lo lento» es la construcción del puente entre «el mundo en sí» y «el mundo para nosotros», ese problema que ya formuló Kant y que aquí se resuelve con un movimiento desde lo natural hacia lo humano, pues será cuando nos despojemos de la prisa y nos detengamos a contemplar el mundo cuando este se nos mostrará, pues los hombres «añoramos todo aquello que conocimos por las huellas de su nombre». Así pues, será la naturaleza, «el mundo en sí», el que en un movimiento de ofrecimiento nos dará la verdadera realidad de las cosas que permanecen ocultas por las prisas y la falta de empatía de la sociedad actual. Debemos aprender a escuchar los elementos de la naturaleza para rellenar el hueco del silencio. La voz poética nos invita a disfrutar de la libertad que aparecerá después de la oscuridad, cuando nos alejemos de los límites.
El otro elemento que nos acerca a la verdad será el canto de la música del tiempo, la poesía, que sin prisa nos acerca a lo mejor del hombre. Esa será la intención del poeta, desde la humildad nos intenta devolver la luz, aunque esta solo sea una brizna. Esa música será también de la naturaleza, escucharla en el instante será la labor del poeta y nos ofrece su oído «campanillas de escarcha llaman / a quien las sabe oír entre carámbanos». Por tanto, la verdad está abierta a todos los lectores, a todos aquellos que sepan admirar la música de la naturaleza, del instante.
Ese lugar donde «vibra lo lento» se asemeja al tópico del «locus amoenus», que aquí se nos pinta como un claro donde entre la soledad y el alma habita lo lento, lugar de la palabra franca.
Otro de los símbolos que se insertan en el constructo del libro es el pájaro, el ave, que se caracteriza por el elemento positivo del vuelo, que junto a la luz son dos de los elementos claves de la poesía castellana que nacieron con los primeros místicos y que después se fueron secularizando en poesía que nada tiene que ver con la religión.
Junto a la luz no puede faltar la materia, elemento fundador de la naturaleza, la materia aparece entregada a lo lento, «la materia es la savia del árbol vigilante». Será el pájaro el que puede intuir «el mundo en sí» la naturaleza sin el hombre, mientras los seres humanos «orgullosos de lo nuestro, jugando a hacer ciencia supuesta/ y versos de lo noble» no somos capaces de intuir la naturaleza más allá de «el mundo para nosotros».
El hombre no deja de ser un instante en el tiempo del mundo «en el agua somos la imagen escasa del recuerdo» y será ese instante el que nos salve cuando desde la naturaleza se nos devuelve en forma de percepción suspendida en el tiempo «ese tintineo sereno de la hoja que observamos y vivimos asombrados» y será la poesía la forma de conocimiento que nos permitirá acceder a la verdad «Habrá que defender el sitio / construir murallas de versos / escribir / tachar, romper, dudar acaso / de algunas verdades frágiles para avanzar algo. «
Será en el tacto donde encontremos la luz, en el interior del compromiso ético frente a un mundo donde «hay demasiadas cosas, /exceso / de materia hiel para tantos aspavientos».
Lo lento nos llevará a la alegría y serán la mirada y los sonidos, los que unidos nos ayuden en nuestro camino: la mirada de los niños y «el sonido varado en cada cosa».
Luis Ramos resuelve con una poética muy trabajada, donde las imágenes, los símbolos, las metáforas y los conceptos juegan a favor del compromiso ético del libro. A través de elementos propios de la mística positiva como el vuelo y la luz, descubrimos una poesía que nos acerca a un concepto fundamental para el ser humano: la verdad. «Lo lento» se plantea como solución a la fractura entre el mundo visto por el hombre y el mundo en sí, que no necesita al hombre para perpetuarse. Somos instante y en un movimiento que parte de la naturaleza podemos comprender mejor la realidad si alcanzamos a contemplar el instante que a diario nos ofrece una hoja, o la mies, o el río que fluye acompasado. Para ello debemos desprendernos de la oscuridad de las prisas, de la locura por disfrutar del instante en términos hedonistas, siempre consumiendo y convirtiéndonos nosotros mismo en productos de consumo basura (comida basura, televisión basura, literatura basura), basura que nos ahoga entre plásticos y que consume a ese mundo que llevamos al colapso.
«Lo lento» se convierte en un libro necesario pues trata de construir una ética humana desde lo natural, será la naturaleza la que nos guíe, siempre y cuando sepamos desvelar el instante, en el proceso de ser mejores como seres humanos, más alegres y más comprometidos con todo aquello que nos rodea.
Pablo Malmierca
Aldealengua, 12 de enero de 2020.